INSM Blog

Educación Universitaria y Algoritmo
Utilización del algoritmo en la redacción de trabajos en la universidad

Educación Universitaria y Algoritmo

  • Utilización del algoritmo en la redacción de trabajos en la universidad.

En un sugerente artículo publicado en inglés por William Davies se aborda el problema del plagio en los trabajos escritos de la Universidad. 

Existen softwares específicos, como Turnitin, por ejemplo, que sirven para identificar qué partes de un texto son idénticas a otras y se pueden encontrar en Internet, ya sea en otro texto, en una página Web o en los resultados de una búsqueda. Los profesores utilizan esta herramienta para detectar el plagio en un ensayo antes de evaluar su calidad y forma. La coincidencia entre el texto del estudiante y lo que localiza la herramienta Turnitin se debe, muchas veces, a que el estudiante ha incluido una cita de un autor, al que no siempre menciona. 

Davies ha sido el coordinador de las comisiones disciplinarias contra el plagio en su Universidad y cuenta que, cuando se pregunta a los estudiantes por qué han copiado su trabajo, responden a menudo: “es que tenía demasiados apuntes”. Muchos de estos estudiantes, procedentes de contextos socio-económicos precarios que estudian con una beca, están saturados de trabajos. Entonces copian para no perder la beca y cumplir con todas las exigencias. Así entregan el ensayo escrito a tiempo sin penalización. 

Es evidente sin  embargo, que la utilización inapropiada del algoritmo en la redacción de trabajos en la universidad desnaturaliza su función. 

Davies se pregunta qué está pasando, en particular a partir de la pandemia de Covid-19, con las nuevas formas de aprender a escribir, basadas en estrategias, herramientas y sitios web, auténticas bases de datos que distribuyen, clasifican, agrupan, unidades textuales para usar como si de un buffet libre se tratara. 

Cuando llegó la pandemia, algunos de los gurus de la nueva pedagogía, como el coordinador del Informe PISA de la OCDE por ejemplo, saludaron fervorosamente la llegada de la era de Internet en el mundo educativo. Sería la mejor manera de introducir modalidades formativas más individualizadas, flexibles y competenciales. 

La palabra “competencia” referida a una forma de aplicar el saber desmenuzado, resume la actitud con la que escribir y copiar terminan por parecerse. Se trata de buscar la frase, el párrafo de introducción, el de conclusión, en una suerte de “big data” que favorece la fragmentación del discurso. De esta manera, el hilo conductor de las ideas que desgranan un punto de vista se va perdiendo y difuminando. 


Las preguntas que el autor de un texto plantea, cuya comprensión profunda debe ser expuesta de forma original y singular, se disuelven en favor de una serie de unidades de contenido lingüístico inarticuladas entre sí, aunque por supuesto, respondiendo a una estructura impecable: introducción, nudo, desenlace o conclusion.

  Si este abordaje de la educación por el algoritmo se generaliza, ¿qué va a ser del pensamiento simbólico, del sentido alegórico o metafórico de lo que se dice -o pretende decir-? Esta cuestión es clave para la práctica educativa actual. Se pide a los profesores que cambien su manera de enseñar, a través de proyectos que los estudiantes desarrollen, localizando la información relevante para después organizarla en una propuesta, normalmente de tipo visual (power-point, prezzi, etc.). Las presentaciones en el aula se han convertido en una práctica generalizada, y escribir una especie de duplicado de la presentación de contenidos. Se llaman “cápsulas de aprendizaje”. 

El problema es que, por este medio, no se puede identificar tan fácilmente la intencionalidad de un sujeto: es decir, desde dónde esta estructura tan armada ha sido concebida, cuáles son las ideas rectoras, los interrogantes, en definitiva lo que falta en el supuesto andamiaje del discurso escrito. Por eso el algoritmo no alcanza. El algoritmo ignora que el sujeto se deja llevar por algo que organiza el discurso, poniendo orden en lo que quiere decir sin que sea nunca definitivo.

Estas cuestiones pedagógicas resultan esenciales. Las personas no usan el lenguaje como si fuera una bicicleta para desplazarse: son seres hablantes. Cuando les pasa algo, intentan decirlo de algún modo. Si no les resulta posible, pasan al acto y a veces es demasiado tarde. Leer y escribir sirven, fundamentalmente, para habitar el lenguaje, más allá de la comunicación o el intercambio. Veremos, en los próximos años, qué nuevos síntomas va a producir esta sustitución de lo educativo por el algoritmo.

Dra Anna Pagés